Aida Sánchez Mera podría ser el exponente de esa generación de mujeres entregadas al ambiente familiar de la época que le tocó vivir y en la que fue bastión inexpugnable de su familia. Sus padres, Ildefonso Sánchez Redondo (un hombre bueno, que ya forma parte de la historia de Badajoz, siempre fiel a sus principios, valores y conciencia) y Rosario Mera Horrillo (una mujer que desarrolló uno de los trabajos más honrados, nobles, abnegados y necesarios que existen, el de enfermera), una pareja amante de la cultura, la curiosidad y el conocimiento, lectores empedernidos y conversadores incansables que sabían y podían recurrir a datos, referencias o citas precisas que guardaban en sus cabezas perfectamente ordenadas como también lo era su vida, con lo que legarían a sus hijos todo un mundo de sensaciones y amor por la educación y la cultura. Y así, con ese equipaje, Aida Sánchez Mera comenzará a decantarse por la pintura; una manifestación del espíritu a la que se aproxima con entusiasmo y con las limitaciones propias que habían sufrido las mujeres a lo largo de toda la historia en un arte gestionado por y para los hombres. Pero como ella no se resignaba a ese ocio forzado, inició entonces, sin aprendizaje alguno, el arte de la pintura, supliendo con su entusiasmo y aptitudes la falta de una preparación técnica. La base de su auto capacitación eran sus observaciones que almacenaba en el subconsciente, bien nutrido por una rica y candorosa imaginación, su gusto por el detalle de las mil incidencias recordadas con nostalgia y poéticamente y su facilidad para llevar esas sensaciones al lienzo y transmitirlas al espectador.
La artista se dedicará a pintar cuadros con gran variedad temática, pues retrata distintos paisajes y rincones de la región, participando en una multitud de exposiciones, individuales y también colectivas, en Badajoz y fuera de Extremadura. Después, diversos avatares familiares la distanciarán de la pintura; esa pintura por la que tanto había batallado y a la que había dedicado todo un mundo de sensaciones. Llegaba, sin desearlo, un momento de falta de motivación y con ello el abandono de su interés por la pintura.
Pero en algún lugar de su ser existía una llama encendida, una llama que le trasladaba a aquel universo familiar de su infancia y juventud; aquel universo en el que sus padres y hermanos habían puesto todo el amor y dedicación que una familia unida proyecta. Para ello buscó cosas que le hacían ilusión: por ejemplo, los pequeños detalles de la pintura. Anotó sus ilusiones, las imaginó; cerró los ojos y dejó sentir esa sensación agradable que le transmitía la pintura. Y todo ello sin dar importancia a su trabajo y manteniendo vivo su interés y clara su mente, fue pintando, con trazo seguro y diligente, la gran variedad de obras que hoy lucen en la Sala Espacio CB Arte.
¡Disfruten de Aida Sánchez Mera y de su pintura!
Santillana del Mar I
Jerez de la Frontera
La encina I
Bodegón de los tarros
Anocheciendo
Los álamos
Azagala
Las zapatillas
Colorido
Las montañas
Amaneciendo
Rosario
Santillana del Mar II
Conil
Bodegón de ajos
Azagala las ventanas
Paisaje
Santillana del Mar III
Arrebolada
Las hojas
Oteando
Nublado de tormenta
Bodegón la jarra
Las Hurdes I
Las edades
Ronda
Campanario
En la puerta
La pamela
Cocina de Azagala
Transparencias
Paisaje
Chopos
La ventana
La encina II
Otoño I
Otoño II